domingo, 10 de julio de 2011

DISCURSO DE JESUS LAINZ EL 11 DE SEPTIEMBRE DE 2008

Hoy considero necesario publicar el discurso que el escritor y empresario vasco Jesús Laínz realizo el 11 de septiembre del 2008, al ser invitado por Cds.
Para mí es un inmenso placer estar con ustedes en esta maravillosa ciudad porque confieso ser un impenitente pecador. Y la oportunidad de venir a pecar contra todos los mandamientos de la Santa Iglesia de lo Nacionalistamente Correcto precisamente aquí, en Barcelona, era una tentación en la que ha sido un placer caer. Porque el principal problema de la España de hoy, que condiciona la vida política de todos los días, es la Inquisición nacionalista, sobre todo la vasca y la catalana, pero no sólo de ellas, pues han logrado contagiar a casi todas las demás provincias españolas. He dicho nacionalistas, pero me gusta más decir separatistas, pues al decir nacionalismos parece que se les está concediendo que hay algo nacional detrás de sus planteamientos, lo cual es concederles demasiado.
El ideario nacionalista gira en torno a dos ejes centrales: el momento fundacional y el agravio. Sin esos dos ejes, los nacionalismos no podrían existir.
El primer eje es el momento fundacional, es decir el momento del pasado en el que los nacionalistas hacen arrancar su nación. Pueden ser varios, intercambiables según convenga. En Cataluña suele ser Wifredo el Velloso, al que han hecho padre de la nación catalana desde un momento histórico en el que ni el propio concepto podía concebirse. También suele echarse mano del conde Borrell y, cómo no, de Jaime I. Porque fíjense en un hecho curioso: los nacionalistas, que siempre estan llorando por lo que les hizo y hace sufrir el imperialismo español, siempre escogen como momento arquetipo de la nación a recuperar el de más extensión territorial. Aquí es Jaime I, del que arranca la locura ésa de los Països Catalans que incluyen Valencia y Baleares; y en el caso vasco, qué casualidad, Sancho el Mayor, momento de mayor expansión del reino de Navarra.
Lo importante de este momento fundacional es que los separatistas están convencidos, y no hay quien les baje de su dogma, que probando la existencia de un reino, un condado, un ducado o un señorío en algún lejano siglo de la Edad Media, cuanto más lejos mejor, se obtiene el justo título para la secesión en el futuro. Que cuenten eso los separatistas en cualquier otro país de Europa, tan divididos en ducados, reinos y señoríos medievales como España, y verán las carcajadas que les dedican.
Pero de los ejes ideológicos de los separatistas que antes mencioné, es el segundo el que hoy nos importa: el del agravio. Porque sin un gran agravio nacional, sin un gran atentado colectivo contra la nación no hay nacionalismo que valga. Aquí también se da la intercambiabilidad: los agravios pueden ser varios, y se pueden utilizar, como comodines de la baraja, según convenga en cada momento. Ahí están, por ejemplo, el compromiso de Caspe, el Conde Duque de Olivares o Franco. Pero sobre todo está Felipe V y el famoso 11 de septiembre de 1714. Sin este mito nacional, perdón, sin el falso mito falsamente nacional del 11 de septiembre el nacionalismo catalán no tendría razón de existir.  Fíjense si tiene valor simbólico este mito que Carod Rovira ha anunciado que el gran referéndum nacional catalán habrá de celebrarse dentro de seis años, el 11 de septiembre de 2014, tercer centenario del fin de la independencia de Cataluña. Según este mito, Cataluña habría sido independiente hasta ese momento, en el que España habría conquistado Cataluña por la fuerza de las armas. Y los bandos contendientes en 1714 serían los catalanes contra los españoles. Pero cualquiera que haya abierto alguna vez un libro de historia no contaminado por la esquizofrenia nacionalista sabe que en 1714 no se enfrentaron catalanes contra españoles, sino españoles de todas las regiones, partidarios de un candidato al trono de España contra otros españoles, de todas las regiones, partidarios de otro candidato al trono de España.
Por muchos intentos que haga la Santa Inquisición de lo nacionalistamente correcto, la mentira nacionalista se cae por todas partes:
-No es cierto que los catalanes fuesen austracistas y los castellanos borbónicos, pues catalanes y castellanos los hubo por igual en ambos bandos.
-Muchos de los más importantes gobernantes castellanos fueron austracistas, mientras que en Cataluña hubo comarcas enteras que se destacaron por su borbonismo. El archiduque Carlos hasta fue recibido triunfalmente en Madrid como rey de España.
-El famoso 11 de septiembre de 1714 combatieron igual número de catalanes a un lado y al otro de las trincheras, pues aunque la Inquisición lo oculte, el ejército de Felipe V estaba lleno de voluntarios catalanes.
-No sólo todos los catalanes no fueron austracistas, sino que los que lo fueron no tuvieron nada de separatistas. Si los nacionalistas de hoy pudiesen viajar en el tiempo en la máquina de H. G. Wells y les dijesen a los catalanes de 1714 que estaban muy contentos de saludar a sus antecesores en la lucha contra España, les encerrarían en un manicomio. Los catalanes austracistas presumían de ser los más españoles de todos. La opción por el candidato habsburgo estuvo motivada fundamentalmente por el apego de los catalanes hacia la Castilla habsbúrguica y por su rechazo a la Francia borbónica, a la que veía como enemiga de España.
-Los catalanes que lucharon y murieron el 11 de septiembre lo hicieron en defensa de España, del rey de España y de la libertad de España, y consideraban que los españoles que apoyaban a Felipe V estaban engañados, como textualmente escribió Rafael Casanova. Esta defensa de la España tradicional frente a las influencias extranjeras fue recordada por el más insigne pensador del conservadurismo español, Marcelino Menéndez Pelayo, quien consideró la victoria de Felipe V una desgracia para España:
"No es ciertamente agradable ocupación para quien quiera que tenga sangre española en las venas, penetrar en el oscuro y tenebroso laberinto de las intrigas que se agitaron en torno al lecho de muerte de Carlos II, y ver a nuestra nación, sin armas, sin tesoros ni grandeza, codiciada y vilipendiada a un tiempo mismo por los extraños; repartida de antemano y como país de conquista en tratados de alianza, y luego sometida a vergonzosa tutela, satélite humilde de Francia, y perder sus mejores posesiones de Europa por el Tratado de Utrecht, en que inicuamente se la sacrificó a los intereses de sus aliados, y perder hasta los últimos restos de sus sagradas libertades provinciales y municipales, sepultadas bajo los escombros humeantes de la heroica Barcelona (...) ¡Cuánto padecieron con la nueva dinastía el carácter y la dignidad nacionales! ¡Cuánto la lengua! ¡Cuánto la genuina cultura española, la tradición del saber de nuestros padres! ¡Cuánto su vieja libertad cristiana, ahogada por la centralización administrativa! (...)".
Seguro que nuestros ilustradísimos separatistas están muy contentos de saber que opinan lo mismo que Menéndez Pelayo.

Pero las interpretaciones sobran, ya sean de Menéndez Pelayo o de cualquier otro. Hay un método infalible para conocer y comprender los hechos históricos, y es contemplarlos en su desnudez, acudir directamente a las fuentes. Las fuentes tienen una gran virtud: dejar en evidencia a los falsarios.
Y qué mejores fuentes que las palabras de los dos principales protagonistas del 11 de septiembre que hoy celebramos: Antonio de Villarroel, el jefe militar a cargo de la defensa de Barcelona, y Rafael Casanova, el conseller en cap. El primero arengó a los combatientes con estas palabras:
“Señores, hijos y hermanos: hoy es el día en que se han de acordar del valor y gloriosas acciones que en todos tiempos ha ejecutado nuestra nación. No diga la malicia o la envidia que no somos dignos de ser catalanes e hijos legítimos de nuestros mayores. Por nosotros y por la nación española peleamos. Hoy es el día de morir o vencer. Y no será la primera vez que con gloria inmortal fuera poblada de nuevo esta ciudad defendiendo su rey, la fe de su religión y sus privilegios”.
En cuanto al segundo, ése al que hoy los separatistas y asimilados van a ponerle flores como caudillo independentista contra España, escribió lo siguiente el 11 de septiembre de 1714 a las 3 de la tarde para convocar a los barceloneses a defender las murallas de Barcelona por última vez:
“Se hace también saber que siendo la esclavitud cierta y forzosa, en obligación de sus empleos explican, declaran y protestan a los presentes, y dan testimonio a los venideros, de que han ejecutado las últimas exhortaciones y esfuerzos, protestando de los males, ruinas y desolaciones que sobrevengan a nuestra común y afligida patria, y del exterminio de todos los honores y privilegios, quedando esclavos con los demás españoles engañados, y todos en esclavitud del dominio francés; pero se confía, con todo, que como verdaderos hijos de la patria y amantes de la libertad acudirán todos a los lugares señalados a fin de derramar gloriosamente su sangre y vida por su rey, por su honor, por la patria y por la libertad de toda España”. Este es el caudillo independentista al que hoy homenajean los separatistas e imitadores.

Y las mismas descomunales mentiras se vierten sobre cualquier momento histórico, cercano o lejano. Es fácil rebatirlas, pero la técnica de los nacionalistas es ir saltando de mito en mito según se los van anulando. Y cuando ya no les queda ninguno, se agarran al argumento sentimental: “Es que yo me siento catalán y, por lo tanto, no soy español”.
Pero el problema de este argumento probatorio es que no prueba nada. Yo también podría darme aquí golpes de pecho explicando que me siento Brad Pitt y no por ello voy a ser Brad Pitt, para disgusto de mis admiradoras. Y ya podrá la mitad más uno de los catalanes proclamar a los cuatro vientos que se sienten íntima y profundamente marcianos, que no por ello las mágicas potencias de las urnas les van a convertir en marcianos.
Además, la pregunta esencial que deben responder nuestros sentimentales separatistas es la siguiente: muy bien, usted se siente catalán y, por lo tanto, no español. Pero, sin toda esa riada de mitos que acabamos aquí de desvelar y que usted, uno a uno, me ha ido concediendo que son mentira, sin todos esos argumentos que han construido en usted una identidad falsa y que le han empujado a usted a odiar a España, ¿diría usted lo mismo? ¿Sostendría usted que es catalán y no español? La respuesta, evidentemente, es NO.
 Si las causas de su sentimiento nacional son falsas, ¿cómo es posible seguir manteniendo las consecuencias? No es posible admitir la falsedad de las causas y sostener la legitimidad de las consecuencias.
Nadie sabe qué deparará el futuro a Cataluña y si la esquizofrenia separatista finalmente conseguirá sus delirios. Pero una cosa es segura: si la defensa de la identidad catalana, si la construcción de la nación catalana, pasa por la falsificación sistemática de dicha identidad, por el ocultamiento, por la manipulación educativa, por la censura de las opiniones discordantes, por la imposición lingüística, por la incitación al odio, por la mentira continua, esa Cataluña del futuro no será otra cosa que un inmenso, odioso y vergonzoso fraude.
Ahora les muestro algunos escritos de personajes que en su libro refleja el autor.
Para muestra, varios botones:

1-Escribió en 1923 el nacionalista catalán Campalans: “Yo afirmo y mantengo que, en lo que se refiere al espíritu nacional, los caracteres de España y Cataluña son totalmente opuestos. El de ellos es dominador, estático, soberbio, altivo, absolutista, reaccionario, triste, autoritario... Nuestro espíritu nacional, por el contrario, es abierto, dinámico, franco, democrático, liberal, avanzado, alegre y antiautoritario”.

2- El nacionalista vasco Estornés Lasa escribió en 1933: “Ni Vizcaya ni Guipúzcoa conocieron clases sociales, lo cual revela que la organización social, de todo el pueblo, se fundó en la igualdad... El pueblo vasco, cuyo origen desconoce la historia, y oculta en la noche de la primera edad de su mismo idioma, trajo a estas montañas la conciencia de su preclaro nacimiento y de su existencia gloriosa”.

3- Sabino Arana, teórico zarzuelero del racismo vasco: “Gran número de los maketos parece testimonio irrecusable de la teoría de Darwin, pues más que hombres semejan simios poco menos bestias que gorila: no busquéis en sus rostros la expresión de la inteligencia humana ni de virtud alguna; su mirada sólo revela idiotismo y brutalidad”.

4- Pompeyo Gener, teórico del nacionalismo catalán, publicó en 1887: “España mira hacia abajo. Lo que aquí priva son las degeneraciones de esos elementos inferiores importados del Asia y del África... Nosotros (catalanes), que somos indogermánicos de origen y de corazón, no podemos sufrir la preponderancia de tales elementos de razas inferiores”.

En fin, estas son sólo cuatro perlas de las centenares que han sido buscadas en el océano de la estupidez racista y nacionalista vasca y catalana, y que aparecen convenientemente engarzadas por Jesús Laínz a lo largo de este interesantísimo y alumbrador trabajo, en el que sí se echa en falta un “acabado” y “pulimentado” más profesional o académico, un acabado mejor rematado en cuestiones como la ausencia incomprensible de bibliografía, de un índice onomástico clarificador, y un aparato crítico y de notas mucho más abundante, pues en muchas ocasiones no se nos dice exactamente de dónde están extraídas las citas que, como las entresacadas, jalonan y documentan las muy trabajadas páginas escritas por Jesús Laínz.
En el 2006 Jesús Laínz, público y se distribuyó a casi todas las librerías de España el volumen “La nación falsificada” (me cuentan que en las de Cataluña y el País Vasco no es nada fácil hacerse con él, y que los lectores de dichas comunidades solicitan el envío por correo del libro, como si de un material clandestino se tratase), trabajo en el que Laínz repasa la biografía de decenas de ilustres protagonistas de la historia de España nacidos vascos y catalanes: monarcas, escritores, militares, marinos, inventores, políticos, músicos, exploradores..., de esas dos Comunidades Autónomas del Estado presente, que en su día trabajaron y lucharon por la idea común de España.
Solo deseo que ustedes que me leen y siguen mi blog, les sirva como mínimo para que se despierte en ustedes el verdadero amor por esta tierra, de todos nosotros que es Catalunya y nos levantemos contra el totalitarismo y nazismo de los nacionalistas/separatistas.

sábado, 2 de julio de 2011

MÁS SOBRE EL NACIONALISMO CATALAN

Intentare exponer lo ya dicho anteriormente, pero aportando algunos datos, pues además de lo dicho en otra página del blog, ahora podréis comprobar si así lo deseáis parte de lo expuesto ahora y anteriormente.

El nacionalismo catalán es un movimiento político surgido a partir del catalanismo, movimiento cultural nacido en la Renaixença que quería recuperar el uso de la lengua catalana como lengua literaria y de cultura, materializado en los Juegos Florales.

El nacionalismo catalán tuvo mucho que ver con el despegue industrial y económico de Cataluña de finales de siglo XIX. Sobre todo a raíz de la repatriación de capitales que trajo el “desastre del 98”, que también fue aprovechado por el nacionalismo para desprestigiar, aún más, la imagen de España.

Francesc Cambó explica cómo se extendió el nacionalismo a partir de los motivos descritos anteriormente:

Diversos motivos ayudaron a la rápida difusión del catalanismo y la aún más rápida ascensión de sus dirigentes. La pérdida de las colonias, después de una sucesión de desastres, provocó un inmenso desprestigio del Estado, de sus órganos representativos y de los partidos que gobernaban España. El rápido enriquecimiento de Cataluña, fomentado por el gran número de capitales que se repatriaban de las perdidas colonias, dio a los catalanes el orgullo de las riquezas improvisadas, cosa que les hizo propicios a la acción de nuestras propagandas dirigidas a deprimir el Estado español y a exaltar las virtudes y merecimientos de la Cataluña pasada, presente y futura”.
F. Cambó, Memorias (1876-1936), Alianza Editorial, Madrid 1987, p.41

Pero en sus inicios el nacionalismo era algo ajeno al pueblo y al sentir de los catalanes. El propio Cambó lo explica en sus memorias:
“En su conjunto, el catalanismo era una cosa mísera cuando, en la primavera de 1893, inicié en él mi actuación (…) Aquel era un tiempo en que el catalanismo tenía todo el carácter de una secta religiosa”.

El que fuera su secretario y posteriormente gran literato, Josep Pla, lo explica con estas palabras:
“Los catalanistas eran muy pocos. Cuatro gatos. En cada comarca había aproximadamente un catalanista: era generalmente un hombre distinguido que tenía fama de chalado”.
J. Pla, Cambó, Ediciones de la Nova Revista, Barcelona 1928, p.46

Rovira i Virgili también escribió sobre el tema:
“Había unos cuantos catalanistas en Barcelona y algunos otros escampados por las comarcas. Se los podía contar. Muchas villas tenían un solo catalanista; otras, ninguno”.
Rovira i Virgili, Resum d´història del catalanisme, p.64

Pero en las siguientes décadas el nacionalismo creció a gran velocidad. Como ya hemos dicho contribuyó el “desastre del 98”, pero sin duda ese gran crecimiento se debió a las manipulaciones que los nacionalistas hicieron de la historia, manipulaciones que hoy día siguen utilizando. Los nacionalistas han reinventado una historia donde Cataluña ha sido oprimida por España, siendo el nacionalismo la última manifestación de la supuesta opresión.

Y esta manipulación histórica la reconocen los padres del nacionalismo, como ahora veremos.

Cambó
escribió en sus memorias:
“Como en todos los grandes movimientos colectivos, el rápido progreso del catalanismo fue debido a una propaganda a base de algunas exageraciones y de algunas injusticias”.

Prat de la Riba nos aporta otro valioso testimonio:
“Había que acabar de una vez con esa monstruosa bifurcación de nuestra alma, había que saber que éramos catalanes y que no éramos más que catalanes, sentir lo que no éramos para saber claramente, hondamente, lo que éramos, lo que era Cataluña. Esta obra, esta segunda fase del proceso de nacionalización catalana, no la hizo el amor, como la primera, sino el odio”.
E. Prat de la Riba, La nacionalitat catalana, cap. III

Este odio fue dirigido contra quien había sido identificado como el enemigo, España, identificada en Castilla:
“La reacción fue violenta: con esa justicia sumaria de los movimientos colectivos, el espíritu catalán quiso resarcirse de la esclavitud pasada, y no nos contentamos con reprobar y condenar la dominación y los dominadores, sino que, tanto como exageramos la apología de lo nuestro, rebajamos y menospreciamos todo lo castellano, a tuertas y a derechas, sin medida”.

El nacionalismo lleva un siglo manipulando la historia, y la sociedad catalana ha asumido esos hechos como reales, mostrando un evidente desconocimiento de la historia de Cataluña. En un artículo de Antoni Simón i Tarrés, escrito hace algunos años, podemos leer:
“El desconocimiento generalizado por parte de la sociedad catalana actual de su propia historia no significa, sin embargo, que determinadas ideas básicas del catalanismo político elaboradas a partir de referentes históricos –como puede ser la lucha del pueblo catalán contra las agresiones del poder central- han penetrado en importantes sectores sociales; y, precisamente, el objeto de este artículo será desentrañar cómo el pensamiento político e histórico catalán contemporáneo –desde los primeros hombres de la Renaixença hasta la Guerra Civil de 1936-1939- ha interpretado, utilizado y a menudo manipulado los referentes históricos de la etapa de formación del Estado Moderno para alimentar un discurso Estado-Nación cambiante y diverso”.
Antoni Simon i Tarrés, Els mites històrics i el nacionalisme català, manuscrits 12, 1994, p.193 y siguientes

En 1977, en la habitación 102 del hotel De France de Perpignan, en una entrevista con Josep Tarradellas dijo:
“El catalán es muy patriota, pero siempre mirando al cajón: sin fantasías. Nuestro pueblo, que sin duda ha cometido errores, ha ganado (gracias a Es­paña) una cosa única en la historia: ha obtenido sus libertades políticas, sin que esto le costara una peseta, ni un muerto, nada. España ha sido el primer país del mundo que ha dado una autonomía po­lítica, sin que al que la recibe le cueste nada”.
Ya lo decia salvador Dalì:
"Con el tiempo los catalanes, por el simple hecho de serlo, tendremos derecho a que todo se nos de gratis"
de ahì que no me extrañe que el pintor le dejara a España toda su herencia.
Más de un siglo de manipulaciones, mentiras y exageraciones que han conseguido que varias generaciones de catalanes hayan absorbido la farsa como algo natural, con absoluta buena fe. El fruto de esta manipulación, de esta siembra de mentiras y odio, no podría ser otro que el que es: el rechazo a España. Especialmente en nuestra juventud, adoctrinada en las escuelas.

Dicen que toda idea es respetable siempre que no se use la violencia para defenderla. Yo digo que también es censurable cualquier idea que se articula a base de mentiras y manipulaciones.

Muchos catalanes votan a partidos nacionalistas e independentistas creyendo que son los que mejor defienden su cultura e identidad. Pero no se defiende la identidad de un pueblo manipulando su historia, ni se defiende su cultura usándola como “arma” política o imponiéndola a base de multas.

Toda esta panda de inutiles manipuladotres,mentirosos y victimistas, nada serian sin la colaboraciòn de una masa de ciudadanos, que ignorando la historia, haciendo gala de que la historia no sirve y molestos hacia quienes les cuentan la realidad, se molestan, se mofan y/o insultan, alegando que todos son iguales, que no creen en nada, pero haciendo gala de su sectarismo, al nunca recriminar, los comportamientos nacionalistas.
Lo más triste para los que amamos Catalunya, es ver como se hacen veladores y defensores de Catalunya, justo los que están llevando esta tierra hacia el precipicio y su auto-destrucción.