domingo, 23 de septiembre de 2012

El mito de la Cataluña independiente


Las claves del secesionismo (1)

Hoy doy paso a un artículo de German Gonzales de Barcelona, publicado en un periódico de tirada nacional, donde explica las claves de esta deriva secesionista actual. Esta es una primera entrega donde  se pone de manifiesto como los poderes políticos han modelado la identidad de un pueblo. Todos estos episodios han calado durante varias generaciones en el imaginario de los ciudadanos, llegando a confundir el mito con la realidad histórica. Doy paso a estos artículos, por saber que no están manipulados y como apoyo de este manifiesto tan verdadero, como real.

A lo largo de su historia, Cataluña nunca ha sido independiente. La historiografía coincide en que el territorio catalán no obtuvo sus actuales dimensiones hasta la división por provincias de 1833. El poder político autonómico, no obstante, ha venido utilizando en las últimas décadas los acontecimientos históricos vinculados a cuatro fechas para modelar en el imaginario colectivo el mito de una nación que aspira a un Estado propio.

Lo más parecido a una independencia fue cuando en 987, tras la muerte del último rey carolingio, el conde de Barcelona, Borrell II, se fue desligando de su vasallaje con los monarcas francos, sobre todo cuando no acudieron en su ayuda en sus enfrentamientos con los árabes. Pero mientras el condado de Barcelona rompía, otros igual de catalanes como Urgell, Besalú o Cerdanya, mantuvieron el vínculo.
Pese a esto, la efemérides fue utilizada por el Govern de la Generalitat de CiU para celebrar entre 1987 y 1988 el Mil·lenari de la Independència de Catalunya, cuyo acto central contó incluso con la presencia de los reyes Juan Carlos y Sofía. Paradójicamente, centenares de independentistas protestaron por la invitación a los monarcas, lo que causó incidentes, detenidos y una campaña de atentados reivindicada por la organización terrorista Terra Lliure.
«Era una época en la que los independentistas salían a la calle siguiendo un sentimiento, no como ahora, que parece una moda pasajera», afirma el periodista e historiador Jaume Clotet, coautor del libro de ficción Lliures o morts, sobre el asedio que sufrió Barcelona en 1714.
Precisamente esta última fecha se ha convertido en el icono del nacionalismo catalán. La Guerra de Sucesión fue un conflicto entre los partidarios de Felipe V, de la dinastía borbónica, y Carlos III, de los Austrias, para ocupar el trono español. En ningún caso fue un enfrentamiento entre Cataluña y el resto de España, ya que en los dos territorios había partidarios de ambos contendientes. Felipe V juró las constituciones locales y otorgó privilegios. Las instituciones catalanas apostaron por Carlos después, ante el temor de un estado borbónico centralizado.

Tras retirar Carlos su candidatura, los catalanes no pensaron en crear un estado independiente, ya que eran soberanistas y respetaban el poder real. Y, contra lo que se afirma, Rafael de Casanovas, el conseller en cap al que se homenajea en la Diada, no murió en el asalto a Barcelona el 11 de septiembre de 1714, sino que fue herido. Después se le amnistió y continuó con su oficio de abogado.

Los Decretos de Nueva Planta, promulgados por Felipe V, están considerados como el origen de los males de Cataluña en los últimos 400 años. Se suprimieron las instituciones catalanas y se prohibió el uso del catalán en la Real Audiencia de Cataluña, el organismo que administraba e impartía justicia. El pueblo continuó hablando catalán sin que nadie lo prohibiese e incluso se usaba en los pleitos civiles, ya que seguía vigente el derecho civil propio. Además, la supresión de los aranceles internos favoreció el surgimiento de la próspera burguesía catalana.

Hace unos meses, el Ayuntamiento de Barcelona tuvo que modificar la guía editada en 2010 en inglés Welcome to Barcelona, dirigida a empresarios y profesionales llegados a la ciudad, en la que afirmaba que el 11 de septiembre se «conmemora la derrota de los catalanes ante las tropas de Felipe V, lo que provocó la pérdida de su independencia». A instancias del grupo municipal del PP, el gobierno de CiU rectificó y se volvió a publicar en abril pasado.
La Monarquía suprimió las seis universidades existentes, pero creó la Universidad de Cervera, localidad que había apoyado al Borbón. Coincidiendo con el auge del independentismo, el ayuntamiento de esta localidad, gobernada ahora por CiU, quiere limpiar su imagen y, por eso, ha lanzado una campaña en la que argumenta que, tras la guerra, falsearon en Madrid su respaldo a Felipe V para conseguir fondos para reconstruir la ciudad.

Las otras dos fechas importantes en el imaginario independentista se encuadran en la Segunda República.

El 14 de abril de 1931, después de ganar las elecciones municipales españolas, el presidente de Esquerra Republicana de Catalunya, Francesc Macià, proclamó la República Catalana «dentro de una federación de repúblicas ibéricas», horas antes de que en Madrid se alzase la bandera tricolor. La actitud de Macià preocupó al gobierno provisional español, que pretendía evitar sublevaciones militares. Por eso, el 17 de abril, enviaron a tres ministros a Barcelona para reconducir la situación.

El 6 de octubre de 1934, Lluís Companys, sucesor de Macià, volvió a proclamar de forma unilateral el «Estado Catalán de la República Federal Española» coincidiendo con la Revolución de Asturias y con el inicio del gobierno de la derecha en España. Hubo enfrentamientos entre grupos armados leales a la Generalitat y el Ejército, ya que el Ejecutivo declaró el Estado de Guerra. La aventura nacionalista duró unas horas, hasta que los dirigentes catalanes se rindieron. Companys fue encarcelado junto a otros cargos y se suspendió el gobierno catalán.

«Hay gente que apoya la independencia porque es lo que se lleva y desconocen la historia de Cataluña», insiste Clotet, que opina que muchos se desmovilizarán si se consiguen mejoras en la financiación.

Pero también hay quien piensa que el auge del independentismo no se reduce sólo a un asunto económico. «Hay un cambio generacional respecto a los que crecieron con la Dictadura y ahora hay mucha gente que no tiene miedo a abordar la independencia», explica Elisenda Paluzie, decana de la Facultad de Economía de la Universidad de Barcelona. Paluzie reconoce que la crisis ha sido «un acelerador», sobre todo porque la ciudadanía se ha dado cuenta de que Cataluña no tiene «competencias para decidir sobre los ingresos y los gastos». Publicado por German González

CDC se ampara en el «expolio fiscal» para pedir un Estado
Una campaña de una fundación nacionalista, cuestionada por expertos, utiliza la economía para justificar la ruptura

Si los episodios históricos fueron el motor de las reclamaciones independentistas, en un momento de crisis las reivindicaciones pasan a ser de tipo económico. Durante la manifestación de la Diada, se vieron pancartas con lemas como España nos roba y se lanzaron proclamas secesionistas ante el convencimiento de que los catalanes vivirían mejor en un Estado independiente.
El nacionalismo ha utilizado la economía para justificar sus aspiraciones, empezando por la reivindicación del pacto fiscal y acabando por la independencia, y lo ha hecho con todos los canales posibles: ya sea por boca de sus consellers o a través de las cuentas oficiales en las redes sociales de la Generalitat. En la de Twitter se podía leer este mensaje del Govern la semana pasada: «Cataluña paga al Estado 500 euros cada segundo en impuestos que no vuelven al país».
Una de las últimas campañas para argumentar la acusación de «expolio» que, según los nacionalistas, sufrirían los catalanes, la ha lanzado la fundación Catdem, vinculada a CDC. En concreto, ha presentado tres informes en los que analiza la viabilidad económica que tendría Cataluña en caso de ser independiente. Un estudio sobre el dinero que gestionaría la hacienda pública, contando los ingresos y las competencias que gestiona el Estado, indica que la Generalitat tendría un superávit de unos 922 millones de euros, con datos de 2009, y de 21.000 millones, con cifras de 2007.

Además, considera que Cataluña estaría por encima de la media europea del PIB per cápita. Otros informes fabulan sobre como debería ser una Agencia Tributaria catalana o el impacto «residual» de un hipotético boicot a los productos catalanes en caso de independencia.

La fundación publicó un vídeo en inglés en el que varios académicos, entre ellos el conseller de Economía, Andreu Mas-Colell, explican el afirmado «expolio fiscal».
Las reacciones de los expertos no se han hecho esperar. El economista del CSIC Ángel de la Fuente explicó a este diario que ese vídeo es «pura demagogia», ya que se realiza un cálculo «desequilibrado» y «con poco rigor» de la redistribución de la renta. Destacó que «no hay un expolio» hacia Cataluña, sino que, en un Estado del Bienestar, pagan más los que más tienen y su dinero revierte en quien más lo necesita, y eso se refleja en los saldos fiscales de cada región. Pese a esto, indicó que entendería una inversión en infraestructura mayor, ya que se hacen autovías o red ferroviaria en lugares que no tienen sentido, «otra cosa es que los ayuntamientos no te dejen hacer obras», comentó.
En el mismo sentido se expresó el empresario Alejandro López-Fonta, que pidió que en época de crisis se priorice la inversión finalista en Cataluña, como dar una salida más rápida a las mercancías del puerto de Barcelona, en vez de actuaciones en otras partes de España, como «los kilómetros de AVE que se han hecho» y que «pueden esperar a tiempos de mejora económica». López-Fonta también lamentó que en el siglo XXI «no haya un consenso ni una forma unitaria para calcular la cifra exacta entre lo que recauda y lo que se transfiere en Cataluña por las dos partes».
Además, recordó que «no se trata de un expolio fiscal, ya que es una situación legal que parte de un modelo de financiación concreto». El empresario también indicó que «cualquier decisión unilateral de la Generalitat sería un desastre económico y político para Cataluña, ya que nos dejaría fuera de Europa», y afirmó que «ningún gobierno debe saltarse el Estado de Derecho».

El profesor de Economía Financiera y Contabilidad de la Universidad de Barcelona, José María Gay de Liébana, recordó que una Cataluña independiente deberá asumir «una mochila» de unos 180.000 millones de euros de deuda pública, además de financiar unas «nuevas y costosas» estructuras de Estado, «de las que no tenemos referentes sobre cual sería su precio». Incluso cree que muchas multinacionales se marcharían de Cataluña, lo que incrementaría una tasa de paro que «ya es muy alta».

«Hay que recordar que después nos hemos de mantener y encontrar quien nos financie», destacó Gay de Liébana, que indicó que la Generalitat debería asumir las pensiones que ahora paga el Estado. Por eso, es más partidario de un pacto fiscal que mejore la financiación. Publicado por German González.

PASEO POR EL AMOR Y LA METIRA. (Publicado por Antonio Robles.)
Un arrebato de fascinación colectiva se ha apoderado de la sociedad catalana desde la exhibición de banderas independentistas del último 11 de septiembre. Desde entonces, vivimos atrapados en un círculo mágico donde todo parece posible. Sus partidarios flotan eufóricos en tertulias radiofónicas organizando un Estado que no existe. El hechizo ha borrado sus diferencias. Parece como si de la noche a la mañana todos fueran independentistas, como si el proceso fuese inevitable y nada ni nadie lo pudiera detener. Sugestionados por la misma fuerza telúrica, sus detractores se han dejado llevar por la desolación, y miran de reojo la puerta de incendios.
¿Qué nos ha pasado para llegar a esta simplificación de la realidad? ¿Es real el proceso o sólo un suflé con base real, pero inflamado por un aparato de propaganda catalanista generalizado?

Han sido muchos años de disimulo, demasiadas mentiras consentidas, ninguna aptitud crítica para las propias creencias y una desconsideración para el contrario propio de sociedades sectarias. Estoy hablando del catalanismo, ese sentimiento que todo lo justifica, incluso el expolio del Palau de la Música o la evidente responsabilidad de los gobiernos de la Generalitat en la bancarrota de sus cuentas públicas.

Es inútil la relación de mentiras históricas que nos han traído hasta aquí. Cuando un grupo social está fascinado por un sueño, los argumentos racionales y los datos empíricos se tornan un fastidio, a menudo en oportunidad para revolverse contra el disidente con mayor furia. Es el caso de la Guerra de Sucesión a la Corona de España entre los partidarios del archiduque Carlos de Austria y los de Felipe V. Para el catalanismo, fue una guerra entre España y Cataluña. Como cuenta con descaro que lo fue la Guerra Civil española, a pesar de que la burguesía catalana se abrazó a la causa franquista, como antes había alentado la dictadura de Primo de Rivera.

Es el triunfo de una ideología refractaria. Nada que cuestione su verdad identitaria forma parte de ella. Sea Josep Pla o Juan Marsé, uno por díscolo con el catalanismo y el otro, por escribir en castellano. Es la historia que nos han vendido. Desde la escuela a TV3, desde clubes excursionistas a identidades deportivas, desde la iglesia a splays, desde organizaciones en defensa de la lengua a colonias escolares. El sentimiento siempre por medio y la razón arrinconada.
Estamos en ese momento mágico de todo proceso de sugestión colectiva. Es puro artificio de nuestras emociones que tiene como primer rédito la hegemonía cultural y moral. Idéntico a la euforia contagiosa en la celebración de un triunfo deportivo. Es la mayor mentira de todas, envolvernos en esteladas festivas para hacernos creer que la independencia es posible sin riesgo y un camino sin retorno a la tierra prometida donde todo será miel sobre hojuelas.

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