domingo, 30 de septiembre de 2012

LAS CLAVES DEL SECESIONISMO (VI):


Les publico la sexta entrega de este interesante análisis del independentismo, para que puedan saber como se creo y como actúa. Mi total afirmación a todo lo aquí publicado.

El sector económico
Los empresarios rechazan el «ahora no toca»
El empobrecimiento de Cataluña y la incertidumbre los llama a tomar partido, pero recelan de la secesión. 
.El portazo de Rajoy al pacto fiscal ha acabado con la esperanza y los ánimos de una parte del empresariado catalán que ya había asumido esa reclamación como suya en aras de tener un marco político-económico más favorable para sus negocios industriales, financieros y de servicios. Porque si algo tienen claro es que están ahogados y sobrenadan sin ver hacia dónde los lleva la política catalana y española.
El «no» gubernamental decepcionó a un grueso importante de los patronos porque eso, además, les obligará a tomar partido. Ha llegado el momento de pensar, reflexionar y dilucidar el futuro, pero se acumulan un sinfín de incógnitas a las que la clase política no da respuesta. La semana pasada, incluso la CEOE, con el catalán Joan Rosell al frente, se vio obligada a posicionarse, cosa que hasta ese momento había eludido. Rosell aboga por reformar «seriamente» el Estado de las Autonomías, pero no sólo para Cataluña, sino para todas las regiones, y pensando no en los territorios, sino en las personas. «Tiene que haber un pacto fiscal para todas las comunidades» porque «el café para todos fue bueno en su momento, pero ahora no tenemos dinero para todo. Hemos de priorizar y recortar muchas cosas porque no tenemos tantos ingresos», manifestó.
Los empresarios catalanes le han transmitido su «muchísima inquietud, preocupación y, sobre todo, silencio», por la situación que se ha generado. Porque, como la CEOE hasta hace pocos días, muchos patronos han sorteado la marea independentista sin pronunciarse.
Sólo las grandes patronales pusieron de manifiesto que la financiación para Cataluña debe ser otra, que el territorio se está empobreciendo (como toda Europa) y con él sus negocios, uno de los principales motores para crear riqueza, y más en tiempos de crisis.
A nadie se le escapa que el tejido industrial catalán está constituido básicamente por pequeñas y medianas empresas y, de estas últimas, algunas han adquirido unas dimensiones más que aceptables para ser competitivas en el mercado global. Son las que se han venido llamando, ya en otras legislaturas convergentes, las multinacionales de bolsillo. Este entramado empresarial que goza de unos niveles de exportación, en proporción a su tamaño, envidiables por otras grandes empresas, está en manos de una generación de nuevos empresarios muy preparados. Son habitualmente miembros de la segunda y tercera generación de las sagas industriales más burguesas, que, en los últimos tiempos, hablan ya sin tapujos de la palabra independencia, tanto a favor como si la ven como una «utopía» o un «error».
«Sorprende adivinar esos planteamientos en colegas que eran poco partidarios de tomar partido en aspectos políticos», asegura un empresario que se mueve por el Cercle d'Economia. «La opción clara del empresariado siempre ha sido el pacto fiscal -asegura-, pero ahora, ante la negativa a hablar de ello, se plantea una nueva discusión entre asumir que no hay cambios, y por lo tanto se mantiene el esfuerzo fiscal en Cataluña, o bien se inicia un proceso nuevo y desconocido: el de la independencia». Aclara que «no existen posturas homogéneas entre los empresarios y sí dudas generalizadas de cómo llevar a la práctica empresarial y económica este proceso». Dudas, por ejemplo, de si el nuevo país sería viable, de cómo se va a realizar, de si se saldrá de la UE y del euro, se establecerán aranceles, qué estructuras de Estado existirán, si la presión impositiva sería más baja o tal vez aumentase... O sea, toda una hoja de ruta que se desconoce y que se atisba, como mínimo, muy compleja. Además de intentar averiguar cómo puede impactar en negocios, actividades y en mercados un hipotético choque político entre Cataluña y España. Para este ejecutivo de una gran compañía, son «dudas en torno a los tempos que deben marcarse en este proceso y la necesidad de reflexión madura a la hora de tomar decisiones».
Con anterioridad a la Diada no resultaba extraño que empresarios catalanes participaran ya con normalidad en el debate del nuevo pacto fiscal, ya que la desfavorable evolución económica de los últimos años ha contribuido a ello. Y, en ese debate, traslucía que el apoyo empresarial al presidente Mas no es unánime, pero «hay una idea que ha calado muy hondo: el trato financiero que recibe Cataluña no es el que toca». «Se estaría de acuerdo en obtener un pacto fiscal en base a un concierto económico con solidaridad neta al resto del territorio español», menciona otro de los interesados.
A esa generación de nuevos empresarios de la que hablamos, de entre 30 y 50 años como mucho, hay que sumar y contraponer a los altos directivos de multinacionales catalanas, estatales e incluso extranjeras que ven con recelo el camino que ha abierto el Govern. Además del sector financiero, al que le «aturde la idea» de la respuesta que tomarían los mercados ante una hipotética independencia. Una respuesta que no se conoce al dedillo, pero que apunta a un rechazo frontal, a tenor de las que ya están dando a la situación económica española y catalana, y a sus constantes cambios.
Nadie habla con nombre y apellidos -algo que no sorprende, es lo habitual en la prudente y sensata clase empresarial catalana- pero advierten de que no les gustaría «pasar por otro boicot, como ocurrió con la guerra del cava», por ejemplo, y evidencian que «las multinacionales no entienden de nacionalidades más allá de la suya, pero sí buscan estabilidad allí donde van».
En unos momentos en los que el dinero no fluye con despilfarro ni con la velocidad de antaño «sopesan pros y contras a la hora de invertir», añade la fuente. En paralelo, admite que los altos ejecutivos foráneos no entienden por qué en Cataluña tienen que pagar más IRPF y les fastidia que el conseller Mas-Colell les diga que el grifo para el I+D no da más de sí, o que su esperada vía de conexión a una red viaria o ferroviaria para transporte de mercancías tendrá que esperar a que lleguen mejores tiempos que, dicho sea de paso, nadie sabe cuándo será.
Éste es uno de los quids de la cuestión. Directivos, empresarios, ejecutivos liberales... todos trabajan en el día a día para que sus negocios funcionen. «Los empresarios se dedican a sus negocios y no se meten en política», decía Rosell. Pero en Cataluña, en esa gestión diaria, echan en falta muchas cosas a la vez que ven limitadas otras mientras el actual Govern les envía la consigna de que «la culpa es de España».
De ahí las esperanzas puestas en el pacto fiscal. «Veían en él una salida, más que un problema». Porque el Ejecutivo de Artur Mas defiende que un nuevo modelo de financiación resolvería las balanzas fiscales, beneficiaría los presupuestos de la Generalitat y con éstos la política fiscal, la estrategia inversora... y, en definitiva, sus efectos colaterales serían beneficiosos para el tejido industrial. La llegada de CiU al Gobierno catalán fue un alivio para los patronos que durante los siete años precedentes de reinado tripartito tuvieron la sensación de «no pintar nada», se sintieron «abandonados» y, una vez más, dejaron de lado las preocupaciones políticas y se centraron exclusivamente en la gestión de sus negocios sorteando las trabas económicas y administrativas, así como los vaivenes de la política.
Los hay que son independentistas. Es fácil encontrarlos en la Cataluña interior, pero atienden a su prioridad de negocio: el mercado es global y no sabe de política. De ahí que no vean clara una ruptura de la unidad de mercado. Tienen un punto de vista pragmático, «que pesa más que sus sentimientos», advierten desde una institución de la sociedad civil que cobija a patronos. «Vivimos una situación -añaden- en la que vale la pena repensarse lo que se decidió en el año 78, pero para mejorarlo sin renunciar a España, como se está haciendo en los landers de Alemania». «En nuestra institución, la prudencia plana en todas estas cuestiones», afirman, ya que casi todos sus miembros son partidarios de una revisión en la que también está sumida la UE «en temas de solidaridad entre regiones, en el mundo fiscal, etcétera», pero sentencian que una tendencia secesionista «no existe».
«Hay que tener en cuenta que un 60% de nuestras ventas van al resto del Estado», evidencia Joaquim Gay de Montellà, presidente de Foment del Treball. «Lo que no queremos es tener dificultades para nuestras empresas, o sea que para vender en un territorio u otro tuviéramos más problemas que una empresa de La Mancha o Extremadura», explica. Y sobre la financiación, el presidente de Pimec, Josep González, cree que si fuese más justa «permitiría gestionar mejor los recursos de todos, garantizar que se realizan las inversiones productivas que necesita nuestro país y facilitar que Cataluña y su tejido productivo siga siendo el motor económico del Estado».
«Se tienen que encontrar soluciones en la financiación de Cataluña y creo que una lectura europea ayudará», advierte Gay de Montellà, a la vez que enfatiza que todo ello debe estar en el marco de las comunidades autónomas. «Lo que queremos es que nuestras empresas tengan una buena financiación, una buena fiscalidad y que recuperemos los indicadores de bienestar y crecimiento que tuvimos hasta 2006».
En definitiva, lo que persigue el empresariado catalán es «estabilidad», no «soberanismo» y un marco de diálogo porque son necesarias «fórmulas para resistir en el presente y en el futuro» y no cerrarse puertas. Ahora, las puertas las abrirán las urnas
María Teresa Coca  Barcelona
Cercle y Carec buscan cambios
El Cercle d'Economia y el Consell Assessor per a la Reactivació Econòmica i el Creixement (Carec) dieron rápida respuesta a los planteamientos del Gobierno catalán. Hace meses la institución empresarial y el organismo consultivo creado a instancias del 'president' Artur Mas hicieron sendos informes sobre el pacto fiscal. Mientras que el Cercle -que agrupa a empresarios y ejecutivos- habla de un «indispensable proceso de ajuste y reforma del Estado de las Autonomías en España», el CAREC apela a un modelo inspirado en el concierto económico, aunque sin entrar en mucho detalle limitándose a subrayar que el cómputo de la cuota de retorno se debería calcular en base al coste real que suponen las cargas y servicios imputables que el Estado presta a Cataluña. El CAREC habla también de establecer un índice de imputación a partir de diferentes criterios como el PIB, la renta o la población. El Cercle propone un modelo de financiación singular para Cataluña, desmarcándose del concierto vasco al considerar que esta figura tiene como «defecto de origen la falta de solidaridad», según su presidente, el ex ministro 'popular' Josep Piqué. Para el Cercle, «Cataluña tiene singularidades y las puede tener también en financiación», pero siempre «con consenso y lealtad institucional». Por su parte, desde el Carec que preside el empresario Salvador Alemany, opina que el pacto fiscal debe considerar cuatro aspectos esenciales. La recaudación y gestión por parte del 'Govern' de todos los tributos con una agencia tributaria propia, la capacidad normativa plena sobre los mismos, capacidad financiera en función de las competencias asumidas por cada nivel de gobierno y un mecanismo de negociación y revisión del pacto sobre la base de una relación bilateral entre Cataluña y la Administración central.
José Domingo  (Presidente de Impulso Ciudadano)
¿Nuevos independentistas?
El presidente de la Generalitat, Artur Mas, al tiempo que anunciaba la convocatoria de una consulta sobre la autodeterminación de Cataluña, señalaba que una de sus prioridades sería trabajar para conseguir «una gran mayoría social» a favor de la secesión. Empieza a recoger sus frutos. Una conocida me confesaba que su hija universitaria que hace poco se desgañitaba al grito de «Yo soy español, español, español…», el pasado 11 de septiembre clamaba por la independencia catalana. Igual de sorprendente es el hecho de que en una charla de bar, un parado de origen andaluz diga que votaría a favor de la independencia para ver si así cambiaban las cosas.
Al igual que los Mossos d'Esquadra se dirigían en castellano al Gobierno catalán (¡eso hace daño!) para expresar su malestar con las políticas de recortes, otros exteriorizan su desesperación amenazando con hacer añicos el tesoro familiar. Les han dado una moneda falsa, el discurso del expolio fiscal de Cataluña -¡ay, cuánto van a dar de sí esos 16.000 millones!- a personas que ni siquiera hacen la declaración de renta por falta de ingresos.
El separatismo ofrece el paraíso independentista al tiempo que difama todo lo que huela a español. La treta le está siendo rentable, queda exento de responsabilidades en la destrucción del tejido industrial, el incremento del desempleo o el deterioro de la sanidad pública. Estos males se presentan como irremediables pero ajenos a ellos, porque el modelo de financiación autonómica perjudica a Cataluña. Un modelo que, por cierto, ha sido aprobado con el beneplácito de los distintos gobiernos catalanes.
¿Pero esa mayoría social es estable? Gran parte de sus nuevos integrantes está en las antípodas del estereotipo nacionalista y les falta conocer las entretelas del engaño que ha urdido el secesionismo. ¿Acaso el cálculo de las balanzas fiscales es inmutable y siempre dará saldo positivo? ¿El resultado será el mismo si disminuye la recaudación, se mantiene el gasto y se financia el déficit a costa de endeudamiento del Estado? ¿Es que las pensiones son sostenibles con las cotizaciones de los trabajadores catalanes? Se sabe que no, y a ello contribuye que empresas como Spanair echen el cierre con 25 millones de euros de deuda con la Seguridad Social. ¿Crecerá El PIB catalán en caso de que lograsen ser independientes de España? Todo lo contrario, bajará en picado. Y otra duda, ¿por qué las protestas contra los peajes sólo se hacen en las autopistas de concesión estatal y nadie se enfada en las de titularidad autonómica, más caras, ni dice nada sobre la previsión de asegurar la concesión durante 25 años más?
La identificación con la nación catalana de muchos de estos que ahora estrenan traje independentista es muy débil, prefieren a David Bisbal que a Joel Joan. Su fe secesionista pasará, pero si no llegamos a tiempo y los separatistas logran su objetivo, que se preparen para llevarse una desilusión cuando descubran que el paraíso prometido no existía. No es de extrañar que Mas se quiera quitar de encima, a él que no le esperen en el primer Gobierno del Estado catalán.
José Domingo (Presidente de Impulso Ciudadano)

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